25.6.08

Un castillo encantado

Tuve un sueño de princesa negra. Y mi piel no cambiaba, pero estaba perdida en un baile de máscaras en un castillo enorme, con vidriales llenos de dibujos de colores, una escalera de caracol de mármol que no terminaba nunca y mucha música medieval entre medio. La gente bailaba y cantaba. Yo observaba todo desde la escalera, como si estuviese mirando desde fuera, como si un vidrio de cristal me separara de ese mundo festivo y bullicioso. Quise entrar, pero pasó el hombre de la máscara escarlata, quien de una mordida me llevó a una habitación que estaba llena de espejos y en el que yo pude observarme multiplicada por mil con un enorme vestido rojo, con una cola de grandes dimensiones. En mi mano tenía una copa de algo de color burdeo que después supe que era mi propia sangre expulsada de mi cuello por la mordida furiosa del extraño. No sentía dolor alguno y me pareció raro, pero lo ignoré enseguida. Me la dio a beber y me dio asco. Una mezcla gelatinosa bajó por mi garganta. Despacio, luego ligera hacia abajo. El me tomó de la mano y me dijo que bailáramos un vals. Tenía ojos de gato. Y me dijo mientras estábamos bailando que yo le gustaba mucho, que quería quedarse conmigo, pero que antes me tenía que mostrar algo.
En el sueño pasamos por un laberinto enorme, en el que algunas parejas se besaban lujuriosamente. Un hombre de gran tamaño estaba contra la pared y después pude ver que entre sus piernas había una enana con la cara deforme. Ella me miró fijamente y me asusté. El hombre de la máscara escarlata me sujetó la mano con firmeza. Respiró sobre mi cuello y me llevó rápidamente al otro lado de la fiesta. Al otro lado de la enorme mansión.
Allí había un convento, enorme, antiguo, como las grandes abadías. De pronto seis monjes gregorianos salieron con las capuchas sobre sus cabezas en dos filas. Al medio llevaban a un hombre. El hombre estaba muerto. No podía verle la cara. Lo depositaron en el riachuelo que corre entre unos juncos, suavemente y vigilaron con unas antorchas que efectivamente el cadáver bajara agua abajo.
En ese momento el hombre misterioso me besa y me dice que me cuide, porque lo que acabo de ver es lo que sucederá más adelante. Estoy de nuevo en esa fiesta mirando todo lo que sucede. El vidrio de cristal invisible me impide entrar a ese lugar. Dentro de la multitud un hombre con una máscara escarlata me mira y al fondo, sin que nadie lo note, aparecen seis monjes con las cabezas cubiertas por las capuchas, que se acercan a él sigilosamente.
No recuerdo nada más porque desperté. No entiendo que significa ese sueño.

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