27.12.07

Ortopedia II

Cuando se llegara a perder, a irse, a que nadie lo encontrara y en algún momento su cuerpo se perdiera, de verdad podría decir que se fue al cielo, porque las prótesis de metal no podían ser analizadas para detectar su ADN. Serían un pedazo de materia muerta, una no evidencia, un no desapego del cuerpo. Una no muerte.
Y aceptó que le acoplaran la placa de metal a la parte de la pierna despedazada. Y sintió un frío enorme, casi devastador para su piel, que se acomodaba de a poco entre sus células, como un parásito extraño que completaba la parte que no existía. Y ahora, que quería caminar, apoyaba su pie para acostumbrarse a esta nueva forma de percibir la tierra, de percibir el mundo bajo sus pies, esta nueva forma de sentir el control de su vida, el no control de los nuevos pasos que iba a dar.
Al menos sabía que quien lo matara podría dejar ese pedazo de metal sin peligro.

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