29.3.07

Nublado, probables precipitaciones


Que llueve y que no llueve. Que nadie se moja o que al atardecer estaremos todos inundados. Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva, los pajaritos cantan, la vieja se levanta. Que todos se vayan a dormir una siesta. Que queden con el alma en paz, que vivan, que no bajen el telón de sus vidas aunque cueste mantenerse despierto a causa del frío. Bueno, para eso está la taza de café.
Me cargan los anuncios del tiempo. La gente se esclaviza en torno a ellos. Vive para el sol, para la lluvia, para algún día nublado o para la parcialidad del cielo. Nadie es capaz de vivir sin pensar en la ropa que hay que ponerse, en la dependencia del paraguas, en las hojas que caen de los árboles sin importar la fuerza del viento. En las gotas de agua que te caerán en la cara. Primero algunas, luego todas las demás con toda la velocidad que sea posible. Y estarás mojándote bajo las aguas, dejando que caigan por tu cara, como pequeñas agujas de rocío que se clavan en tu piel. O secándote bajo la luz del sol, con su imponente energía y la magia que todo lo lleva y lo fulmina. La magia que necesita que se devore en el interior de cada uno. Esa magia se moja, se seca y puede volver a revivir.
Una vez soñé que arrancaba de una fiesta donde había mucha gente y llegaba a un lugar completamente nevado, en el que el vestido me picaba, me molestaba y debía sacármelo para dejarme de rascar. Era una tela pesada, tosca y un tanto cruda. Me molestaba aún más poder agarrar el cierre de la parte de arriba y poder bajarla. Mi mano no llegaba hasta la parte superior de mi espalda. Sí recuerdo que era un vestido rojo, forrado en tafetán, con muchas vueltas y adornos y organzas. Era feo, pero más que eso, recuerdo la impotencia de querer sacármelo y no poder, por el frío que anulaba mis manos y dejaba mis brazos en un mutis constante. Y la nieve comenzaba a caer y yo arrancaba de ese bosque (?) en el que me encontraba para luego volver a la fiesta en ese incómodo vestido. No he soñado más esas cosas, pero la situación más allá de ser un sueño, era una suma de horribles sensaciones. Por eso no me gustaría una fiesta en la nieve. Digo, al aire libre en la nieve.
Y por eso, odio los pronósticos del tiempo. Los únicos adelantos que me interesan son los de la felicidad y la rueda de la fortuna. Del saber que ciertas personas que están en mi vida seguirán ahí. Por cierto, eso es lo que espero. Lo que anhelo. Lo que deseo. Más que una caja de chocolates en este preciso instante.

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