15.4.07

¿Sería cierto?

Todos los caminos conducen a cierta lucidez que sólo aparece en la oscuridad. En los momentos en que estás a puertas cerradas, con la luz apagada, possom metida en la cama con las tapas hasta la cabeza, sintiendo el peso del aire caliente que emana de tu nariz, sentir como éste se impregna en las  sábanas y de alguna manera se devuelve a tu cuerpo. Es el momento en que el cerebro reacciona y busca respuestas a las preguntas. Respuestas para todo. Respuestas escondidas, respuestas aparecidas que no querían ser descubiertas. Respuestas que a veces no sirven de nada. Ni siquiera al consultarlo con la almohada.
Da rabia saber que hay gente que prefiere la aprobación social a la felicidad verdadera. Gente que cree que con el autoengaño estarán mejor que con la fidelidad a sus principios y sus experiencias de vida y de sensaciones. Gente que dice ser feliz para que el resto le crea aunque en el fondo sabe que no hay otra felicidad que aquella que está afuera y que no es capaz de salir a buscarla, de encontrar su propio camino.
Hay gente que vive una realidad obligada y que de noche, o en algún momento en que se encuentre solo sabe que debe hacer algo por cambiarla pero no es capaz. La felicidad es difícil, pero más lo es cuando saben que tienen que tomar una decisión aunque se quedarán mirando cómo ese momento se aleja de sus manos, se lamentarán en silencio y volverán a su falsa felicidad. A ese mundo que si bien tiene ciertos elementos de los que no se quejan, está marcado por las apariencias y por gente que tomó decisiones en su lugar para que todo sucediera como tenía que suceder. Para que todo fuera "perfecto", para que nada se saliera de su rumbo.
Creo en el destino, creo en las vidas pasadas, creo en la reencarnación. Creo en los karmas. Creo en la verdad. Creo que los ojos no mienten (bueno, las caderas tampoco, pero eso es otra cosa). Y por lo mismo, creo en las oportunidades, en la intuición que te acerca a alguien, en la capacidad de reconocerse en el otro en algún momento. Creo en la opción que te da la vida de reconciliarte con vidas pasadas.
Y el tiempo, es lo que te demuestra lo que valen las personas. No se puede obligar a no vivir feliz. No se puede seguir el temperamento social de alguien que no nos identifica en absoluto. No hay obstáculos ni dificultades. Esas se inventan por uno mismo como excusa para no asumir, para no querer reconocer lo que sucede con determinada persona o situación. Estoy convencida que el tiempo que puede una persona estar ligada a la vida de otra es lo que marca la diferencia.
Y hay hombres y mujeres que sienten que 
para que cierto detallito no se escape 
recurren a opciones desesperadas que dan pena. A mujeres y hombres que necesitan tener un dominio constante de la situación. Y que se juran maduros, cuando la vejez en la cara es lo único que tienen de madurez.
Pienso que todo lo que acabo de decir le sucede a mucha gente que no es capaz de seguir el camino que la intuición le dicta. Porque es difícil, porque es más cómodo estar así, porque es mejor hacer la vista gorda y volverse caballo para caminar por el camino "recto". Sería más entretenido reconocer el error y no querer seguir perdiendo el tiempo. Pero no, hay gente que es más porfiada que la felicidad. Que no han captado la señal que ciertas pausas que la vida les ha dado y que no se han dado el tiempo de meditar o querer avanzar por otro lado.
Me encantaría que todos los que tengan que salir del clóset lo hicieran, que todos los que tienen un amor pendiente en la calle o a la vuelta de la esquina lo reconocieran y fueran felices, que todos aquellos que tienen un sueño pendiente lo realicen, que todos los que no están con quienes quieren por opción salieran por la puerta. Sería lindo, ¿no?, pero dudo que lo hagan. La conformidad es más fácil que arriesgarse por el futuro.
Los riesgos son entretenidos. Vale la pena jugársela por ello. Aunque implique quiebres, salidas, desapariciones, escapes.
Aún así, tengo claro que todo no depende de uno. Míster Tiempo da la razón, pero a veces, es demasiado tarde. Y ahí muerdes la almohada, te baja el remordimiento. Te encierras en el baño pensando en qué hacer. Y sabes qué hacer. Pero no lo haces. Es mejor apagar la luz y dormir. Contradictorio, ¿no?

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