1.1.10

Privacidad

Escondida. Yo como escondida. Me gusta comer a escondidas. Me gusta comer sola. En mi habitación, con la puerta cerrada. Yo como oculta. Cerrada. Sin que nadie me vea. Yo lo que hago cada vez que tengo hambre es colocarme unos guantes antisépticos desechables y medir la comida gramo a gramo en una balanza doméstica. Luego, procedo a desinfectar la bandeja en la que coloco los alimentos. Voy a mi habitación. Cierro la puerta con doble llave. Saco un soporte de vidrio que escondo debajo de la cama y que está minuciosamente limpio y cubierto por un paño desinfectado y hervido en cloro. Lo coloco sobre mi inmaculada cubrecama. Con cuidado, para que la tela no se doble. Una vez que está bien estirada coloco la bandeja. Abro la puerta y me aseguro que nadie vendrá a molestarme. Procedo a comer masticando treinta veces cada bocado y asegurándome de no demorarme más de medio segundo en tragar. Cada dos bocados bebo de agua destilada que está en una botella al lado de mi cama. Cada vez que bebo limpio el borde de la botella con cloro. Cuando termino de comer, desinfecto mis labios con alcohol. Y no sólo mis labios, sino también el plato donde ha estado la comida, los servicios y la bandeja. Doblo el paño donde he colocado la bandeja y limpio el soporte de vidrio. Envuelvo el soporte de vidrio y lo vuelvo a guardar debajo de la cama. Aseguro con mis oídos que nadie viene, abro la puerta y rápidamente voy a la cocina y dejo todo como estaba. Todo guardado, en el estante que lleva mi nombre. Comer es un acto privado. Nadie debe verte deglutir. Eso es lo que me decían. Hasta la palabra es fea: "deglutir". Es casi como ahorcarse. Es privado como tener sexo o ir al baño. Por eso mi silencio y mi cuidado al alimentarme.

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