
Estoy de viaje. Lejos. Lejos de Santiago y de su asquerosidad urbana que me hace extrañarlo todos los días. Lejos del ruido, del smog, de esas cosas que se hacen todos los días casi automáticamente sin esperar que nada varíe. Por favor. Que todo siga igual sin que nada importe. Sin que nada sea realmente fundamental. Que baste con caminar y respirar.
Anoche he vuelto a soñar con unas escenas estilo Eyes Wide Shut (la película de Kubrick) Había mucha gente en una fiesta. Era una fiesta extraña, porque estaban todos con máscaras pero sabía perfectamente quienes eran cada uno de ellos. Raro, porque a pesar de estar en la fiesta yo estaba ausente, como ida, como si estuviera pero al mismo tiempo no, y los observara a todos desde afuera. Después me encontraba con gente conocida y desaparecía del lugar para encontrarme en un bosque. Había una luna preciosa. Los búhos cantaban fuerte, pero no me daba miedo. Las estrellas brillaban más que nunca. Creo que es porque acá en el sur las noches son limpias y claras. Como los gatos cuando maúllan en agosto. A veces ellos no te dejan dormir. O simplemente como mujer, sería más fantasioso soñar como ellos. Encima de los tejados y con las garras escondidas. Cual fantasma cualquiera. Existente o no. Me siento como una gata. Felina y delicada.
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