29.11.07

Volver a lo básico

Un cybercafé en el centro. Calor sobre 28 grados celsius. Transpiración de mi espalda por ser el respaldo de la silla, que está hecho en un género grueso. Música electrónica de fondo y el tipo que regenta el cyber me miró feo cuando me vio entrar porque estaba con lentes oscuros. Frunció el ceño y yo humildemente me saco los lentes y le digo que ocuparé el primer pc de la primera fila porque es el más cerca y está desocupado y tengo sueño. Voy, me siento y messenger no funciona, parece. Me siento ahogada.
Las paredes son azules con rojo y me apretan. En un sentido figurado. Pero al menos estoy escribiendo, que es una de las cosas que más me gusta hacer y agradezco no estar con un vestido de novia. Al frente mío no hay nadie y al lado tampoco. Sólo hay dos tipos que bajan música en dos computadores con pinta de cuervos urbanos. Los tipos, no la música.
Tengo hambre, me comería algo y después puede que me ponga a dormir en la oficina con llave. Si es que nadie interrumpe, lo que es raro.
Hoy me voy a mi departamento en la noche.

28.11.07

MujERES Fatal

Una canción de Sabina...porque todas las mujeres somos fatales, de una u otra forma. Me incluyo en la fila. No somos mortales, pero podemos causar sensaciones encontradas en aquellos extraños seres llamados hombres, varones, chicos, pelotudos, maravillosos, excitantes, carcomidos...

Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia,


hay mujeres que nunca reciben postales de amor,


hay mujeres que sueñan con trenes llenos de soldados,


hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no.



Hay mujeres que bailan desnudas en cárceles de oro, hay mujeres que buscan deseo y encuentran piedad, hay mujeres atadas de manos y pies al olvido, hay mujeres que huyen perseguidas por su soledad. Hay mujeres veneno, mujeres imán, hay mujeres consuelo, mujeres puñal, hay mujeres de fuego, hay mujeres de hielo, mujeres fatal.



Mujeres fatal. Hay mujeres que tocan y curan, que besan y matan, hay mujeres que ni cuando mienten dicen la verdad, hay mujeres que abren agujeros negros en el alma, hay mujeres que empiezan la guerra firmando la paz.





Hay mujeres envueltas en pieles sin cuerpo debajo, hay mujeres en cuyas caderas no se pone el sol, hay mujeres que van al amor como van al trabajo, hay mujeres capaces de hacerme perder la razón. Hay mujeres que compran a plazos un nicho en el cielo, hay mujeres que cambian abrazos por ramos de azahar.

26.11.07

Hospital

Ella caminaba de noche. Con los pies pelados arrastrando un enorme carro que era más grande y más pesado que ella. De metal, lleno de géneros e instrumentos esterilizados, que cada vez se arrumaban en montones enormes, pesados, y pasados a cloro y a detergente especial. ¿Especial?, sí, completamente especial. Tanto, que tenía que lavar todas esas prendas y materiales con unos guantes enormes. Negros, de caucho y con mangas larguísimas. Y echarlos después en unas lavadoras gigantes, donde algunas noches de insomnio durante los turnos, se imaginaba a un niño muerto que giraba entre las aspas y la espuma.
Y al sentir que caminaba entre las habitaciones silenciosas de los enfermos terminales del cuarto piso, veía los fantasmas de ellos. Los sentía. Paraba su carro y con el lápiz labial dibujaba una cruz sobre la pared adyacente a la cama del enfermo. Y moría. El enfermo y ella.
El enfermo, porque soltaba sus demonios y se veía una mancha color vómito que caminaba junto a ella el día después de salir del cuerpo. Y ella, porque se desmayaba cuando llegaba al camarín a cambiarse ropa y luego, ese mismo vómito salía de su boca, expelido hacia afuera con fuerza y remordimientos, para quedarse titilando en el piso. Le decían Ana, la de los muertos. Ana, la de los idos. La incorruptible Ana, que odiaba la luz del día y por eso siempre había trabajado de noche.
Pero, un día el padre de Ana cayó al hospital. Estaba grave. Le había dado un infarto. Y Ana vomitó toda la noche y no fue capaz de marcar la cama de su padre con su lápiz labial. Con el rouge, como decía su madre. Y el padre murió al amanecer del día siguiente. Lo encontraron muerto con el cuerpo de Ana sobre su cama. Ella sólo despertaría un mes después, porque le dio un coma incomprensible. Por la pesadez de la muerte del cuerpo del hombre que le había dado la vida.
Ana todavía trabaja en el hospital. Sigue haciendo turnos de noche aunque ya no en cuidados intensivos. Ahora está en pediatría y sólo se burlan de ella los médicos jóvenes. Los viejos la respetan. Cuando pone un gesto de arcadas, ya saben que un pequeño va a morir. Claro que sus visiones ya no son cuando arrastra ese carro enorme, sino cuando lava las enormes sábanas blancas con el detergente especial en la máquina gigante.






23.11.07

Así


Hay días en que me siento como ella, a propósito de lo de arriba. Sin explotar, eso sí.

Del grito sordo de la noche

Un grito siempre será menos luminoso que un rayo de luz...o quizás más brillante, dependiendo de donde se lo ejecute. Creo sentir la potencia de la voz proyectada en el infinito, en el sufrimiento humano, en la decadencia del alma que surge algunos días. En la falta de fe, en la inconsistencia de los pensamientos y las realidades. En el quiebre de la imaginación, cuando la lucidez se difumina, y en medio de la vigilia se observan insomnios de los que no podemos arrancar.
Es lo que llamo el grito sordo, ese que está acompañado de un estampido de una noche sin luna, de una noche sin estrellas, apagadas por la violencia de la luz eléctrica que se apodera de las calles. Es el grito desbordado que cualquiera puede dar para eliminar los demonios internos, la falta de sentido, la necesidad de un abrazo, un beso, un simple dormir acompañado o simplemente el dar la cara a la soledad y enfrentarse a ella. Y querer abrazarse a una pared desnuda que no te ofrece más calor que el que acumula durante el día, al enfrentarse al sol, a pulirse de calor, a la no necesidad de lo oscuro.

Entonces, es mejor gritar, sacar todo afuera, salir, enfrentarse a una roca enorme que puede llevarte al precipicio sólo si quieres, sólo si no hay otra salida, sólo si no existe falta de carencias. Qué absurdo. Una carencia puede existir, pero no puede ser reconocida, una carencia puede estar y ser reconocida, pero oculta. Una carencia puede dejar de serlo en la medida que se grita y se busca un lugar en el mundo para recuperar lo perdido. Una carencia es una muñeca que no tiene cabeza pero que la busca a como dé lugar. Una carencia es la necesidad de comer tártaro para rellenar los recovecos del alma.

Un grito oscuro puede transformarse en gemidos ya sea por el sufrimiento acentuado, por el miedo que nace de pronto, como una lagartija estomacal que sube por el vientre hasta la garganta o bien decaer en lágrimas silenciosas, que no tienen otro objeto que ocultar el miedo, que desconocer la potencia del grito.

He gritado por histeria, por miedo a las baratas, por descubrimientos sorpresivos, por traiciones de personas, por desahogo, por rabia, por la necesidad de huir, por la necesidad de apegarme, por la necesidad de desapegarme, por querer soltar mi mano, por despegar mis pies de cierto ahogo rutinario que ciertas veces me hostiga. Eso no tiene nada que ver con la muerte. Es más que nada una presa del delirio que llega y se va, algunos días latente, otros intermitente, los más a nivel del inconsciente.

Y es así como recuerdo que a veces en vez de gritar evitaba llorar, cerrando los ojos con fuerza para que las lágrimas no se me salieran fuera, no se escaparan, no quisieran evadirse de mí ni de mis sentidos. Es sólo un laberinto mío, que puede ser el laberinto de cualquiera, la pesadilla de cualquiera, el oscurecer de cualquiera, la falta de espíritu respaldado por alma.

Nunca he gritado en la calle. Siempre lo hago a escondidas, y que el eco propague lo que siento por los rincones que pueda. Me gustaría gritar en el metro, cuando está hirviendo de gente, o en medio de una calle repleta, en la que todos se extrañarían porque alguien se desahoga.

Los gritos son desahogos públicos que poca gente entiende.
Gritaría para espantar mis demonios o para dejarlos ir.
La mayoría de las veces sucede lo segundo.
Y me libero, me siento liviana como un amanecer de mí.
Grita, que todo lo que gritas vuela al cielo y de ahí no vuelve.

22.11.07

Consejo del día

VER TODO DEL REVES.
CAMINAR SIN ZAPATOS.
RASGAR EL VESTIDO CON LOS DIENTES.
GRITAR EN MEDIO DE LAS MICROS.
DIVAGAR, DEJARSE LLEVAR.
SIN CALOR ASFIXIANTE TODO ES MAS RAPIDO.
QUE PASEN LAS HORAS.
Hoy: Teatro La Memoria Las Brutas (por segunda vez, ¡cómo se ama el teatro!)
Ultima semana hasta el 25 de noviembre.
ESPERO NO TERMINAR LLORANDO.
Y GRITO, GRITO DE TODAS FORMAS.
EN ESTE PRECISO INSTANTE
ESTOY GRITANDO DEL REVES.

20.11.07

De la nada y de lo que así sea


Me dijeron que si caminaba al revés era más fácil.

Sería más fácil que mi cara se encontrara con la tuya.

Sería más fácil que chocáramos y estuviésemos juntos.

Pero no quiero.

Prefiero ser chica orgullosa en mis zapatos de tacón.

Prefiero callarme, aunque digan que esa actitud no me sirva para nada.

Me gustan los zapatos de tacón.

Me gustan, aunque me tropiece en ellos a veces.

Aunque otras me los saque y prefiera andar sin zapatos.

Aunque de repente, se me rompa el tacón y prefiera cojear un par de cuadras.

Aunque nunca use zapatos de tacón con minifalda en una calle extraña.

Aunque siempre me ponga los zapatos al revés, o sea, sin abrochar y con la caña rota.

Aunque trate de entenderte y no pueda es más fácil que todo cambie.

Es más fácil que la luna se meta dentro de ellos y trate de salir con un pequeño empujoncito hacia mi cabeza.

E ilumine la calle por donde camino.

El laberinto innombrable

Mi minotauro esperando comerme con las fauces abiertas por la lentitud del tiempo. (Es un minotauro invisible, pero que ante mí tiene la cara de un payaso asesino que cuando habla bota sangre por la boca y tiene los dientes rojos)
Mr. Transantiago (no hay mejor apodo que ese), que no ha podido ser reemplazado por nadie. ¿Porqué?, ¿porqué? (Por los ojos, por la cara, por el CI, por la sonrisa...y esos ojos (de nuevo) cuando están tristes porque se nota)
La necesidad en mí de ese alguien que nadie se da cuenta. (Ya tiene las horas contadas)
De que me gustan los ojos penetrantes y me desvelan. Y yo tengo la boca cerrada porque no quiero abrirla. ¿A pito de qué?
De los celos inexplicables. O sea, ¡inexplicables! No tienen que serlo, pero lo son.
De la luz invisible de la luna que se refleja en todos, menos en el famoso Minotauro.
Las falsas lluvias de moscas que soñé. Y se me metían en la boca. Muerte segura de alguien.
De mi conversación con un pelo. ¿Era el pelo de alguien o el monólogo de mi propio pelo conmigo misma? Era mi pelo hablando hipnotizado por mí. No...era yo imaginando un pelo sobre mi mano. Un pelo de mi cabeza, está claro.

13.11.07

Erotismo (f-a-l-s-o) en tres actos

I
Hipnotismo de un flagelo
dulce, tan dulce
cuero, piel y metal
carmín y charol.
Cuando el cuerpo no espera
lo que llaman amor...

II
Entre caníbales
el dolor es veneno, nena
y no lo sentirás hasta el fin.
Mientras te muevas lento
y jadees el nombre
que mata...

III
El eclipse no fue parcial
y cegó nuestras miradas
te vi que llorabas
te vi que llorabas
por él.

Desamparo del camino




De cabeza contra el aire

Y me encuentro en una cuerda floja que es invisible, porque se ha vuelto un hilo dental que cuelga de dos edificios que también son invisibles, que me han dejado con alas de ángel vagando en un espacio donde no hay atmósfera, sino puro aire, falta de esencia, escape de la materia, de lo duro, de lo profano, de la falta de fe en lo que no se puede tocar. Y ahí, con divagaciones en medio de mi cabeza, el alma se me parte en dos, sale de mi cuerpo, vuelve a entrar y entra con tanta fuerza que pareciera que hay miles de robots de colores grises y verdes que se tiran encima mío y me hablan, se comunican conmigo telepáticamente, sin darme espacio a responder, a decir nada. Y he soñado con un payaso gigante que se mueve sobre el techo de mi pieza, es un payaso asesino, como esos de las películas B de los años 80 y canta una frase que me hostiga, que me persigue la mente sin frenar, sin parar, sin adormecerme más que los sentidos que no siento. En suma, pesadillas. Odio las pesadillas. Me acordé de Freddy Kruger que lo veíamos conmi hermana y después hacíamos competencias de quien se quedaba dormida primero y yo, la mayor, le decía que durmiera conmigo. Y vuelve la casucha de atrás, una casa vieja, que nunca se demolió y en la que yo juraba que una silla mecedora sin uso se movía, y crujía y había alguien ahí que no resultó más que ser un par de ratones que se movían por las maderas casi podridas que tapizaban esa casa. Que horror ir a cerrar las puertas con llave. Era lo que se llamaba miedo.
Y resulta que el miedo no es más que un juego mental, que uno se inventa para hacerle el quite a ciertas cosas, a hacerse el cobarde, a no querer intentar algo.
Claro que la oscuridad me da miedo.
Hay algunas veces en que no.
Pero en ciertas oportunidades prefiero dejar la puerta abierta.
Y el clóset abierto para que la luz entre.
Los demonios son internos, no tienen porqué estar ahí.

8.11.07

Hablando en chat...

COMO SI EL MUNDO DIJERA...¡BASTA DE SOÑAR!

6.11.07

La cadenita onírica

Ni que fueran marcianos enviando señales de humo desde Plutón o una crema exfoliante con resultado reversivo. Apareciste en mis sueños toda la noche y te ibas y volvías como lo hiciste durante tanto tiempo.
Dicen que cuando uno sueña con la gente que quiere, es que la gente que quieres está pensando en tí. Y eso pasó anoche. El problema es que ya no hay nada. O sea, el sueño fue puro inconsciente.
Aunque no puedo negar que hay telepatía entre los dos...sin remedio, a pesar de las distancias y las situaciones.
Creo que nos quedamos dormidos en un limbo que no existe.