
Odiábamos a la inspectora, la Srta. Julia, que andaba midiendo la basta del jumper y nos retaba por cualquier cosa. Una vieja que creo, hasta el día de hoy, sigue igual. La eterna mujer que no envejece. Esos son como mis buenos recuerdos del colegio, aunque era bastante pájara y subnormal, o freak, como quieran llamarlo. En ese tiempo anduve con el Alberto Camsen y me gustaba el Chino Cerón. El oriental jamás me pescó, de hecho me hizo más que la desconocida, pero igual aperraba. Hace unas semanas andaba en el barrio Bellavista y me encontré con el Pablo Zarhi. Cuánto me gustaba. Me quedó mirando muy raro, pero me reconoció. Obviamente tiene que haber pensado "qué mujer está". Yo me maté de la risa. Al Pablo le mandaba mensajes de amor por la radio del colegio y el loco cachaba a la legua que me encantaba. Una obsesión demasiado cuática e infantil. O del Daniel Muñoz, que anduvo atrás mío y jamás pasó nada.
Creo que el cuarto A humanista habría salido en masa a las calles. Por último pa capear clases. No nos habría pasado nada más. Una suspensión y llamada al apoderado, pero para lo que nos importaba el colegio. Eso me recuerda la protesta de los pinwinos en estos días. Y ahora, cuando me hablan de jumper, se me viene a la mente la colegiala traviesa y sensual. Un disfraz que nunca está demás. Me encantaría volver a ponerme el jumper para ver cuántos viejos perversos se dan vuelta a mirarme. Ja.
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