
Pero no. Creo que lo más lógico hubiera sido que el conejo me invitara a su madriguera y ahí termináramos conversando de la vida, fumando una pipa de la paz, mientras las cartas de naipes corrieran desesperadas por todo ese lugar fantasioso buscándonos de arriba a abajo. Y no nos encontrarían, porque las cartas de naipes son estúpidas, se dejan llevar por los pensamientos de la Reina y no se preocuparían en pensar que el conejo y yo somos cómplices. Y armaríamos una treta para darle de comer ese queque mágico que dice cómeme y la Reina se achicaría y liberaríamos a los naipes de esa esclavitud eterna.
Y el conejo se iría a vivir conmigo en medio de una plantación de marihuana en el Caribe y nos haríamos ricos y famosos por la liberación del mundo de la malvada Reina. Claro que no despertaría durmiendo bajo un árbol después de leer un libro. Creo que despertaría en una hamaca, vestida tan solo con una polera enorme y destartalada, unos calzones viejos y un cuaderno de notas desparramado en el suelo. Ah! y un mazo de cartas, casi roto de tanto usarlo para jugar carioca al lado de una Corona vacía.
No sería Alicia, en modo alguno.
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