30.10.07

Canción de varios momentos en estos días

Con dedicatoria anónima...me pregunto yo...si no se pide la luna, lo que se pide es fácil.
¿Cómo tanta complicación?
El impulso es lo que vale.
Está dicho.
Ninguna vida es tan complicada.
En versión de Javiera Mena, aunque me gusta también la ochentera de Daniela Romo.

Yo No Te Pido La Luna
Quiero envolverme en tus brazos
que no quede entre tu y yo un espacio
ser el sabor de tu boca
y llenarme toda con tu aroma
Ser confidente y saber por dentro quien eres tu
como un tatuaje vivo impregnarme en tu ser
no borrarme de ti
Yo no te pido la luna
tan solo quiero amarte
quiero ser esa locura que vibra muy dentro de ti
Yo no te pido la luna
solo te pido el momento de rescatar esa piel
y robarme esa estrella que vemos tu y yo al hacer el amor
Correr en contra del viento
conocer todos tus sentimientos
los cuerpos entrelazados
esperemos todos los inviernos
Besame que en mis labios hallaras amor
siénteme fragil y de papel como tiemblo por ti
Yo no te pido la luna
tan solo quiero amarte
quiero ser esa locura que vibra muy dentro de ti
Yo no te pido la luna
solo te pido el momento de rescatar esa piel
y robarme esa estrella que vemos tu y yo al hacer el amor
Yo no te pido la luna
Solo quiero tenerte muy cerca de mi
Solo quiero entregarme para siempre a ti

29.10.07

Como Antígona


Hija de Edipo y de Yocasta, hermana de Eteócles, Polínice e Ismene. Es una de las figuras más relevantes del teatro griego. Después de la muerte en exilio de su padre ciego, a quien no ha abandonado un solo instante, Antígona regresa a Tebas, donde trata de evitar la guerra entre sus dos hermanos Polínice y Eteócles. El primero, además primogénitos, ha decidido reivindicar su derecho al trono de Tebas, contra quien lanza su ejército de argivos. A cada uno de los siete príncipes que mandaban los soldados, había encomendado Polínice el asalto de una de las puertas de la ciudad. La que le correspondió a sí mismo estaba guardada por su propio hermano Eteócles, y en la lucha entre ambos se ensartaron con sus lanzas dándose simultánea muerte, siendo ésta la causa de que los argivos, perdido su caudillo, se dispersasen, huyendo durante la noche. En Tebas, muerto Eteócles, se alza en el trono Creonte, tío de los dos hermanos fallecidos quien, como héroe defensor de la ciudad, se le tributen exequias reales, y a Polínice, en castigo por su insurrección, se le deje insepulto, para que sea pasto de perros y de aves de rapiña, lo que, para los griegos, suponía un terrible sacrilegio, ya que al negar sepultura suponía la imposibilidad de descanso eterno en el Hades. Ni al peor de los enemigos se le negaba esta gracia. Antígona se rebela contra la orden de Creonte y resuelve no acatarla. Cuando llega la noche se dirige al sitio donde se halla el cuerpo sin vida de su hermano y echa puñados de tierra sobre el abandonado cadáver y vierte en su honor unas libaciones. Descubierta por unos soldados, Antígona es llevada a presencia de Creonte, quien dispone que se cumpla la ley, lo que significa que Antígona es condenada a ser enterrada viva en una cueva. Antígona para sustraerse al lento suplicio, se ahorca con su ceñidor. Hemón, hijo de Creonte, que amaba a Antígona, se dio muerte al saber de la terrible sentencia y posterior actuación de su amada.

Percepciones

Como alma de bruja que tengo, que camino entre las sombras y leo entre líneas sin quererlo, sin que la conciencia me avise, aparecen imágenes en mi mente, que caen de improviso sin control. Y así me encuentro en un sueño en el que aparece mi casa vieja, yo acostada con mis padres a esta edad, escuchando disparos anónimos que vienen de afuera y que se repiten una vez tras otra sin saber de dónde vienen ni adónde van. Es la incertidumbre del momento, algo que congela los sentidos, pero que me recuerda mi pasado, lleno de karmas y caminos que ni siquiera sé bien adonde conducen o condujeron.
Ha sido un día de sueño, de meditación, de encuentro conmigo y la diosa Pelé, a quien invoco para que me ilumine la vida y me conecte con mi fuego interior. Y sé que sucederá, sin previo aviso, en una circunstancia desconocida. Estoy abierta a la vida. Abierta a mis percepciones y cambios. Abierta a todo lo nuevo que tenga que venir, a todo lo que tengan que decirme, a todos aquellos sentidos que surgen de la nada, de lo nuevo, de lo que necesita surgir con energía.

Dientes de caníbal

Y de repente amanecía amarrado. Adolorido y mordido por todo el cuerpo. Con moretones y la marca de los caninos en los hombros, las costillas, las rodillas, los tobillos. La brutalidad del amor lo transformaba en un ser henchido de placer, respirando orgasmos por los poros y a la vez, gimiendo de dolor por la fuerza bruta del sentimiento, de ese que sólo se percibes de vez en cuando, con algunas personas, en circunstancias de la vida que sólo se dan una vez y para siempre. El dolor al caminar, al moverse, al despertar, era sólo comparable al sacrificio de ser crucificado sin morir. De tener la piel adormecida, los huesos casi en estado insomne, la cara feliz y la necesidad de volver a repetirlo. El placer es hermano del dolor y él lo sabía tan bien como la pareja por quien se dejaba clavar una y otra vez, cada instante con más fuerza, cada hora más apretada con la piel, con los huesos, con las uñas que le arañaban la espalda y le dejaban la marca de garras de gato que se vislumbraba bajo una huella de la sangre. De su propia sangre, que emanaba con tibieza desde la profundidad de su dermis.
El dolor. El éxtasis. La necesidad de sufrir por placer.
El dolor, con los huesos apenas cediendo de lo más lento a lo rápido.
El éxtasis, de ver a Dios y a las diosas saludándolo de lejos en el firmamento, con el sol embrutecido de ardor mientras se pone en el horizonte con ritmo de fiera. De fiera ya apagada, pero feliz.
El poder del cuerpo roto, pero a la vez vuelto a renacer.
El cuerpo de él y el cuerpo de ella, envuelto en un plástico transparente.
La esencia de lo que fluye echado afuera.
Lo líquido y lo tibio.
Nada más.