2.4.14

El delirio de ser Actriz

Mi imaginación fluye como mariposas que salen de un agujero oscuro. Nunca he perdido la capacidad de sorprenderme, sobre todo porque mantengo mi mente de niña, esa alma infantil que me hace abrir los ojos ante cualquier estímulo. Para mí el teatro es fuente de toda perversión. Alma de niña sí, pero con una mentalidad subterránea. Pienso en mi propia muerte a menudo. Pienso en lo que siente el resto de la gente. Un montaje tétrico y desgarrador. Con penas y llantos. Pienso en mi muerte a menudo, en la incapacidad del ser humano de ser mortal. ¿Y si se hiciera una obra sobre los inmortales?, ¿sobre aquellos que temen a la muerte y a la vez se acercan a ella con disimulo? es la esencia. La esencia de la muerte lo que llevaría a escena. Un montaje donde extraños observan a otro grupo de extraños desde la ventana de un departamento. Y los extraños inmortales observarían a los mortales que se esconden detrás de las cortinas. Esos inmortales que quizás querrían romper la tela que los separa para decirles que sólo viven un sueño, que no hay nada nuevo, que el que vive siempre deja huella, ¿Huella de qué? el destino, imperturbable dentro de las letras y los movimientos. Imperturbable dentro de las historias. Imperturbable dentro de mi historia.
Y de lo imperturbable llego a mi imaginación, que a veces es estimulada con sicotrópicos y otras veces surge del silencio que tengo que se interrumpe lastimeramente. O rimbombantemente siempre situado desde y hacia la escena. Como si pudiera saberlo todo aunque puedo equivocarme. Ayer, imaginaba el inicio de la obra Notas de Cocina como un desfile de modas. Antes, una pantalla con el escenario a oscuras contaba en 30 segundos la versión anterior. Apagón. Los personajes desfilan, con una cumbia de fondo, algo chabacano y decadente como don Rodrigo García. Desfilando como top models, mirando una cámara invisible, y un pedazo de carne en la mano, o sobre la cara, o sobre las pechugas. Da lo mismo, un pedazo de carne. Y que la obra fuera sobre la pasarela. Dicen que el teatro no tiene límites, igual que la imaginación. Los textos debieran decirse con micrófono. O con Altavoz. O con letreros. O como monos animados. Todo lo decadente de la cultura contemporánea. Dame un rato para imaginar. 


No hay comentarios.: